martes, 20 de marzo de 2012



Monarquía y vida

Con repugnante y grimosa adulación, compartida
por todos los asistentes al acto de conmemoración
de la Constitución llamada La Pepa, el señor Rajoy afirmó
que ve a la monarquía ‘más viva que nunca’. Justo
cuando agoniza para una buena parte del pueblo.
No hay nada como el pasado para defender lo inútil.
También se apoya en La Pepa el señor Rajoy para justificar
las reformas con las que está acosando a los ciudadanos.
 Se apoya en La Pepa, pero no en la actual Constitución,
como debería hacer si fuera buen gobernante que no
necesitase acudir a excusas banales. Tal vez por eso
 ayer mismo su ministro Montoro dijo que el Gobierno
no hará la ‘vida imposible’ a los más débiles, teorema
que ni Pitágoras sería capaz de enunciar, y como si
fueran los dueños y señores de nuestras vidas.
¿Contra quién han ido y van, si no, las reformas decretadas
 hasta ahora? Encima nos toman por estúpidos. Podría leerse
el señor Rajoy los artículos constitucionales vigentes referidos
 a vivienda, justicia, separación de poderes, ley electoral y demás.

 Incluso el referido al derecho de huelga, aunque el jefe
de la patronal señor Rosell se permita decir que ‘un grupito’
 no puede paralizar todo el país. Sabe que juega con la
desesperanza y el temor de la gente, pero veremos.
Debería saber también el señor Rajoy que existen
novedosas corrupciones, que no son otras que las
 privatizaciones, encubiertas o no, que está llevando a cabo,
por ejemplo en Sanidad con la construcción, gestión y
propiedad de los hospitales. Una nueva y gran forma de
 corrupción que tratan de disimular.
Debería saber que ha hecho la reforma laboral más
criminal de toda la historia de España y desde mucho antes de La Pepa.

Debería saber que la monarquía suscita dudas, que los
ciudadanos recelan de sus gastos y posibles dispendios,
que las nuevas generaciones quisieran que algún día próximo
se someta a consulta si está viva y la legitiman, o es de por
 vida una añagaza impuesta a los españoles, defendida por
el señor Rajoy como parte de su concepción de la política,
del poder y del Estado. Democráticamente, no se puede
permanecer en la indecisión perpetua. Un buen gobernante
demócrata es alguien que aclara las dudas de los ciudadanos.



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